viernes, 14 de agosto de 2009

Trepada 2009: Más allá del valle del Mayarí

Por Yordanis Ricardo Pupo
Foto: Yoan Zaldívar y yricardo

Para el hombre de campo, no hay nada mejor que comenzar la jornada con un café con leche bien caliente mientras escucha una tonada campesina o ranchera mexicana. Así fuimos recibidos en Mayarí luego de la más azarosa noche vivida por la brigada artística que durante cinco días recorrió comunidades de difícil acceso en el Plan Turquino holguinero.

La calidad del desayuno y la calidez del recibimiento en la tierra del maestro del piano Frank Fernández, sin dudas ayudaron a que parecieran más cortas las dos horas de camino hasta La Güira, en Pinares de Mayarí.

Primero fue subir La Bandera, esa loma famosa desde donde se pueden ver claramente las ciudades de Banes y Antilla, al otro lado de la bahía de Nipe. Luego, pasar cerca de las minas a cielo abierto y de los Planos Inclinados por donde se transporta el mineral que se procesa en las fábricas de Nicaro.

El polvo rojo que levanta el carro en que viajamos habla de la riqueza de estas tierras. Cada año bajan de estas lomas grandes cantidades de níkel, madera y café y miles de turistas visitan el Parque Nacional La Mensura, hábitat natural de más de 300 especies endémicas de la flora cubana.

La Güira parece estar en el fin del mundo. El trayecto es pesado y llegamos medio mareados. Por suerte, viaja con nosotros la doctora –una holguinera que cumple su servicio social aquí-, y al llegar nos brinda su casa. Allí descansamos, vemos televisión, tomamos agua fría (todo un privilegio en estas alturas) e improvisamos los camerinos.

Los pobladores nos esperan desde muy temprano. Mientras comienza el espectáculo juegan dominó, toman aguardiente y conversan entre sí.

El público participa animadamente en las competencias que organizamos: tres muchachos se discuten el título de “más sexy”, otros piropean a las cantantes, aunque no se atreven a pronunciar el nombre del objeto que exhibe Clarita, la especialista de Patrimonio. El vergajo que antes causaba dolor provoca ahora risa y relajo en estos guajiros mayariceros.

Las dos horas de presentaciones de la brigada transcurren entre carcajadas, aplausos y gritos de euforia. Hoy, la alegría de esta gente es incomparable… Viven muy lejos de los teatros citadinos y hasta de las Casas de Cultura. Tal vez nunca verán un ballet o al teatro lírico, por eso el empeño de estos artistas en subir hasta aquí y trabajar para ellos –la mayoría sin cobrar un centavo por ello-.

En Vivero 2 la historia no es diferente. Nos reciben con una tabla gimnástica preparada con talento local. Las competencias deportivas y el sol de media tarde los hace sudar. Desde los niños más pequeños hasta los abuelitos se suman a las actividades. Los ganadores reciben libros y juegos de mesa que comienzan a usarse de inmediato.

La última parada del día la hacemos en el Salto El Guayabo, uno de los más grandes de Cuba. Admiramos la belleza del paisaje y nos hacemos fotos con la cascada de fondo. Cuando retomamos La Bandera, caía la noche sobre el valle del río Mayarí.


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