miércoles, 12 de agosto de 2009

Frank País: la noche en que pudo acabar la Trepada

Por Yordanis Ricardo Pupo
Foto: Yoan Zaldívar

Si Sagua de Tánamo es el municipio montañoso más conocido de Holguín, Frank País es el más ignorado. Allí llegamos el tercer día de la Trepada cultural y deportiva que desde Moa hasta Cueto llevó arte y recreación sana a comunidades de difícil acceso del Plan Turquino de esta oriental provincia.

I
Para llegar a Rancho Alegre, en el Consejo Popular El Quemado, hay que subir unas cuantas lomas, pasar algunas curvas, franquear grandes barrancos, descender una elevada pendiente y cruzar una talanquera. Solo entonces puedes bajar del camión y respirar aliviado.

Los tres camiones en que nos movemos causan admiración: “nunca hemos visto tanto carro junto por aquí”, dicen. La abundancia de transportes responde a que en uno venimos “los de Holguín”, que sumamos más de treinta, en otro los especialistas de la Galería de Arte y el Museo municipal, funcionarios de Cultura de Frank País y los septetos Son del Batey y Sierra Cristal; y en el último la “gastronomía” y las bebidas, entre ellas, la nueva cerveza holguinera Cacique.

Es la primera vez que una brigada artística llega a este lugar, así que no nos sorprende que los pequeños no hayan visto nunca a un payaso de verdad. Cuando descubren a las de Trébol Teatro no paran hasta tener sus caras maquilladas como ellas y hasta preguntan donde han metido la roja nariz y los grandes zapatos tradicionales de estos artistas.

En esta parte de Rancho Alegre hay sólo una casa, junto a un pequeño aserradero de madera donde dormita una cotorra, el bohío que usamos de escenario y la escuela primaria –para cinco alumnos, con el infaltable busto del apóstol José Martí, la computadora y el televisor, ambos alimentados con energía solar-.

Existe también una mini hidroeléctrica y grandes plantaciones de café y cacao. En las laderas de estas lomas crecen silvestres Mariposas –nuestra flor nacional-, dulces piñas y coloridos marañones…

Mientras se cocina una caldosa de carne de cerdo y viandas variadas, los artistas interactúan con cientos de personas que han salido de dios sabe donde. La gente participa con entusiasmo en los juegos, aplaude efusivamente cada número del espectáculo y así agradece humildemente nuestra presencia allí.

Transcurren varias horas, y en el momento de la partida, una buena parte de los habitantes del Rancho se unen a nosotros para seguir la fiesta en La Yúa, otra comunidad más cerca de la carretera, aunque el camino es casi tan abrupto como el anterior.

II
Un inmenso árbol de hojas espinosas anuncia que estamos cerca. Hemos pasado por Corrales, y disfrutado de hermosos paisajes de palmas reales. Desde estas montañas la vista alcanza el chocar de las olas del Atlántico; el espectáculo es tan colorido cómo el que está por comenzar.

Sobre una loma, en los restos de un bohío abandonado –quizás porque sus dueños emigraron a la ciudad-, se organiza el jolgorio: el septeto Binímar de Cueto calienta la pista donde bailará la muchacha de Guabajaney Show. El público y los artistas se mueven constantemente: de lo queda del piso de la casa al patio lateral –se aprovecha el espacio disponible como en el mejor escenario de la ciudad-.

El mago y el humorista hacen de las suyas y Parra, el funcionario de Cultura que atiende el Plan Turquino, interpreta algunos boleros de los que tanto gustan en estos lares.

El presidente del Consejo Popular se preocupa porque no falte el agua fría, aunque el sistema electroenergético nacional no pasa por aquí y la planta eléctrica trabaja pocas horas al día. En la sala de video –que funciona con paneles solares-, se proyectan las más recientes películas producidas en el país.

III
En ese apartado municipio de nuestra geografía pudimos comprobar la valía y el espíritu de sacrificio de los artistas y personal que nos acompañaba, cuando ya entrada la noche, luego de actuar en Rancho Alegre y La Yúa, de bañarnos en el río Cabonico, y de comer en la ciudad, descubrimos que las condiciones de la escuela donde dormiríamos eran casi infrahumanas, por lo que la tropa prefirió dormir en el bus y en la tarima de la plaza local.

Al amanecer, casi sin pegar ojo, las muchachas se asearon en casas de vecinos, los muchachos en un tanque de agua cercano, y marchamos hacía Mayarí, de donde luego de desayunar partiría un camión para Pinares de Mayarí y la guagua de regreso a Holguín con los que desearan abandonar la gira.

De más está decir que hasta el chofer del bus subió a Pinares, que nadie recordó en todo el día donde había pasado la noche, porque, definitivamente, los habitantes de esos pueblos montaña arriba no eran culpables de los errores de cómodos directivos del llano. La Trepada debía continuar y así fue.

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